|
Número 6 |
|
Junio de 1999
|
España tiene que converger en términos reales con Europa y ello significa que, más allá de las variables monetarias, tiene que lograr una integración en todos los órdenes de la vida social y, en particular, en los niveles de empleo, renta y protección social.
El proceso de construcción de la Unión Europea no acaba con la implantación del euro. No se puede dar por concluido el proyecto europeo permitiendo que haya europeos de primera y de segunda porque todo el proceso se devaluaría. Es la hora de la Europa Social, una Europa más igualitaria. Este el reto fundamental de la convergencia, ya que implica la mejora de las condiciones de vida y, trabajo de todos los ciudadanos. Y en ese camino se tiene que dirigir nuestro país.
El Gobierno del PP insiste en su «España va bien», pero la realidad es muy distinta. Su política socioeconómica, en vez de acercarnos, nos ha alejado de la media europea y los ciudadanos no han recibido, pese a la etapa de crecimiento económico, ningún fruto por el sacrificio que se les ha exigido para que nuestro país cumpliera los criterios monetarios de acceso a la UE.
El resultado de este «fiasco» es palpable: nuestro país todavía está muy lejos de Europa en los niveles de empleo y su calidad, en condiciones de trabajo, en nivel de renta, en protección social, en servicios públicos, ... Y la convergencia monetaria (el euro), que se nos presenta como panacea, no va a resolver las diferencias. Es necesario tomar medidas, profundizar en el diálogo social y potenciar el papel de los sindicatos como representantes de los trabajadores
España tiene que abandonar la actual situación: nuestro país está en el pelotón de cola de la Europa Social. Es necesaria mayor implicación y responsabilidad para avanzar hacia una integración real en Europa. Integración que debe tener, como mínimo, los siguientes objetivos: elevar los niveles de empleo y mejorar su estabilidad, mejorar las condiciones de trabajo, reforzar los servicios públicos y, la protección social y aproximar los niveles de renta y de vida a la media europea.
Paralelamente, este proceso debe armonizarse con la construcción
del Estado de las Autonomías porque también es necesario,
al mismo tiempo, reducir las divergencias y disparidades que existen dentro
de nuestro país. Para ello, debemos avanzar hacia un modelo de sociedad
basado en los valores de libertad, solidaridad e igualdad, principios que
representan la cara social del euro y sobre los que es preciso edificar
la nueva Europa.